“Es en ese contexto que debe leerse la última pieza de Boerr, donde un simple saludo entre Rovira y Franco deviene en excusa para un análisis digno de una novela negra barata. Boerr observa que “Rovira cambia la sonrisa y pone gesto adusto” cuando Franco toma la palabra; que “Rovira quiso empezar a aplaudir antes de que terminara de decir sus palabras”; y que, al final, la “fría palmadita en la mejilla” que le da a Franco es un inequívoco “dejaló así, nomás”. Esta lectura obsesiva del video, lejos de aportar, revela más una falta de sustancia que cualquier conflicto real”.
Iván Ortega, el reconocido chef misionero y dueño del restobar Cabureí, ubicado en la Costanera de Posadas, criticó al director de la página web Plan B, Martín Boerr, porque considera que el mismo tiene “una lectura obsesiva” de un video que refleja un saludo entre el diputado provincial y líder de la Renovación, Carlos Rovira, y la diputada electa Paula Franco, que se produjo en el acto que esa fuerza política realizó apenas se supo el resultado de las elecciones provinciales realizadas el domingo 8 de junio.
A continuación se transcribe en forma completa, la opinión de Ortega:
“El arte del saludo frío: cuando un video es la última frontera del periodismo político”
Por Iván Osvaldo Ortega
“Iniciarse en el periodismo crítico de opinión política es, para quien proviene de una familia con la impronta indeleble del oficio, un aprendizaje constante en el arte de leer no solo lo que se dice, sino también lo que se calla, lo que se insinúa y lo que se fabrica. Mi madre y mi padre, ambos periodistas, me legaron ese temple intelectual, esa paciencia de relojero para desgranar, entre líneas y gestos, las verdaderas intenciones que a menudo se esconden detrás de los discursos oficiales y las notas periodísticas.
No es un secreto que la política misionera vive su propia novela de tensiones y alianzas. Si bien circulan versiones sobre posibles tensiones internas en el Frente Renovador, lo cierto es que la historia de antagonismos en la provincia se escribe en otra clave, protagonizada por figuras como el ingeniero Carlos Eduardo Rovira y Ramón Puerta, exgobernador y, en algún momento, incluso amigo de Rovira. En este escenario también emergen personajes como Sebastián Macías, titular de Vialidad, y Paula Franco, diputada electa que se erige como una de las voces renovadoras más resonantes.
En este cuadro político, sin embargo, también aparecen actores periodísticos como Martín Boerr, corresponsal para La Nación, cuya mirada, teñida de sesgo y falta de rigor, se ofrece como un espejo deformante de la realidad. Boerr, vinculado al sector más poderoso de la provincia —el conocido “Batero”—, parece operarador de una bazuca, apuntando no a informar, sino a construir narrativas que debiliten la cohesión oficialista.
Recordando a Montesquieu, quien advertía que la verdadera libertad consiste en saber discernir la intención detrás de los actos, resulta paradójico que, en tiempos de hiperconectividad, el periodismo de observación se reduzca a diseccionar videos con la obsesión de quien busca en un gesto la confirmación de un complot.
Es en ese contexto que debe leerse la última pieza de Boerr, donde un simple saludo entre Rovira y Franco deviene en excusa para un análisis digno de una novela negra barata. Boerr observa que “Rovira cambia la sonrisa y pone gesto adusto” cuando Franco toma la palabra; que “Rovira quiso empezar a aplaudir antes de que terminara de decir sus palabras”; y que, al final, la “fría palmadita en la mejilla” que le da a Franco es un inequívoco “dejaló así, nomás”.
La política, empero, como enseñaba Víctor Hugo, es un escenario donde los grandes actores despliegan múltiples máscaras, pero también es terreno fértil para quien sabe mirar con profundidad. Esta lectura obsesiva del video, lejos de aportar, revela más una falta de sustancia que cualquier conflicto real.
Tal como lo reflejara Maquiavelo en El Príncipe, la política requiere no solo astucia, sino comprensión de los tiempos y los gestos; el gesto sin contexto no es más que vacío decorativo, y el periodismo que se funda en él, un espectáculo superficial.
Para un observador formado, habituado al rigor y la reflexión, el análisis propuesto no pasa de una curiosidad anecdótica, una tentativa fallida de sembrar dudas donde no las hay y un testimonio más de la mediocridad que a veces campea bajo el disfraz de la crítica.
El periodismo serio no puede caer en la trampa del espectáculo permanente ni en el absurdo de convertir un saludo en un “pase de facturas”. El oficio exige compromiso con la verdad y la complejidad, no la voracidad fácil de sacar conclusiones apresuradas basadas en gestos y videos editados.
Así, mientras algunos construyen tramas donde solo hay celebración y unidad, otros persisten en el cómodo rol de opositores de oficio, con la lupa en la mano y la cámara lenta como única herramienta, buscando fracturas inexistentes y alimentando el ruido más que el diálogo. La política y el periodismo merecen algo más que un saludo frío. Merecen, en cambio, miradas amplias y honestas, que construyan en lugar de dividir, que expliquen en lugar de ensuciar”.