Hoy la historia prefiere olvidar los vejámenes a la que fue sometida una de las mentes revolucionarias más claras, y el brazo armado tan valiente como el más valiente de los que se batieron en los campos de la Patria… Su cuerpo dolorido y brutalmente deformado por la retención de líquidos presagiaba el final. Belgrano falleció el 20 de Junio cuando en la Ciudad se desataba la famosa crisis de “los tres gobernadores en un día”.
BELGRANO MURIÓ POBRE Y MUY ENFERMO, AFECTADO POR EL MAL DE CHAGAS Y EL PALUDISMO
“Hoy la historia prefiere olvidar los vejámenes a la que fue sometida una de las mentes revolucionarias más claras, y el brazo armado tan valiente como el más valiente de los que se batieron en los campos de la Patria… Su cuerpo dolorido y brutalmente deformado por la retención de líquidos presagiaba el final. Belgrano falleció el 20 de Junio cuando en la Ciudad se desataba la famosa crisis de “los tres gobernadores en un día”.
Por Luis Solé Masé
En el verano de 1820 Manuel Belgrano comenzó a morirse huyendo, transformado en un paria político, quebrado económicamente y con una situación de salud gravísima, que arrastraba hacía tiempo.
Hoy la historia prefiere olvidar los vejámenes a la que fue sometida una de las mentes revolucionarias más claras, y el brazo armado tan valiente como el más valiente de los que se batieron en los campos de la Patria.
Lo que sigue es un vuelo vertiginoso hasta describir políticamente los últimos meses del abogado y general millonario, que luchó con la espada y la pluma, para consolidar un nuevo Estado soberano, junto a las demás Provincias del caído Virreinato del Rio de la Plata.
ANTES DEL FINAL
Belgrano mostró una valentía rayana en lo temerario y un temperamento inconmovible. Superado 5 a 1 en la batalla de Paraguarí diseñó un ataque nocturno que estuvo a punto de funcionar.
Para mediados del año 1810 el partido político de Belgrano estaba fuertemente derrotado dentro del nuevo gobierno Patrio que surgió el 25 de Mayo. En Julio de 1810 Juan José Castelli y 1000 hombres partían a la penosa e imposible aventura de invadir el Alto Perú. Poco después Belgrano con una fuerza insignificante avanzaba para escarmentar a los paraguayos, con la esperanza de encontrar en su marcha, la fuerza necesaria para el éxito militar. Mientras tanto, el fogoso Mariano Moreno era persuadido de viajar a Europa en misión política, pero pronto moriría envenenado en alta mar, supuestamente por conspiración maquinada por los muchachos de Saavedra.
La campaña de Belgrano a Paraguay fue un desastre militar y político. Volvió totalmente rendido y pudo hacerlo por que les firmó a los paraguayos la sesión de todas las Misiones Occidentales y las meridionales del Rio Paraná, que años más tarde, en 1815, el general Andrés Guacurarí y Artigas las recuperaría parcialmente en la batalla de Candelaria.
Belgrano mostró una valentía rayana en lo temerario y un temperamento inconmovible. Superado 5 a 1 en la batalla de Paraguarí diseñó un ataque nocturno que estuvo a punto de funcionar. Luego, en el arroyo Tacuarí (a 25 kilómetros de la actual Posadas) frenó innecesariamente su repliegue estando a menos de un día de marcha de la seguridad del paso de Campichuelo y se dispuso a fortificarse en un pésimo lugar, donde fue flanqueado por el Capitán realista Cabañas y totalmente derrotado.
El abogado devenido en general, al que se le aflautaba la voz cuando la elevaba, abandonó Misiones y fue al sitio de Montevideo, mientras en Buenos Aires prometían encarcelarlo por su fracaso.
En Mayo de 1811 el Teniente Coronel Artigas venció a los españoles en Las Piedras. Muy seguramente el joven alférez Andrés Guacurari y Artigas estuvo en la pelea, junto a su padre. Eso dio origen al sitio de Montevideo y allí marchó Belgrano desde Misiones, enviado por la Junta de Buenos Aires como Jefe Supremo.
Mientras, seguía el sitio a Montevideo, y el juicio a Belgrano comenzó a ventilarse en Buenos Aires, pero ante la cerrada defensa de sus oficiales, fue absuelto con la siguiente fórmula:
“…se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y constancia, dignos de reconocimiento de la patria; en consecuencia queda repuesto a los grados y honores que obtenía y que se le suspendieron en conformidad de lo acordado en las peticiones del 6 de abril; y para sastisfacción del público y de este benemérito patriota, publíquese este decreto en La Gazeta.”
Al poco tiempo Belgrano izaba la bandera de la Patria en Rosario y ese mismísimo día, 27 de Febrero de 1812, el Triunvirato lo designaba al frente del pulverizado Ejercito del Norte, en reemplazo de Pueyrredón.
De nuevo, cerebral y valiente como pocos, desobedeció la orden de refugiarse en Córdoba y cruzó a los realistas en Tucumán venciéndolos.
Luego llegó Salta, y Belgrano se encontraba en el mismísimo cielo de la popularidad. Vilcapugio y Ayohuma fueron el fin del segundo intento de avanzar por el Alto Perú hacia Lima.
A inicios de 1813 había nuevo Gobierno, tras el golpe liderado por San Martin y Alvear. Belgrano fue relevado por el Misionero, ya muy afectado en su salud por el mal de Chagas y el Paludismo.
Gervasio Posadas lo mandó a Europa a darle presencia al Rio dela Plata en la política del viejo mundo. Cuando regresó, expresó en el Congreso de Tucumán su pesimismo sobre la constitución de una República y propuso una Monarquía parlamentaria con un príncipe Inca.
En agosto de 1816 fue repuesto como jefe del Ejército del Norte, pero luego de un intento menor a cargo de Lamadrid, se frenó y todo el año 1817 pasó acuartelado en Tucumán.
EL FINAL
La situación económica de Belgrano no le permitía mantener la estadía siquiera en su propia residencia. Trató de gestionar sin éxito el cobro de sus haberes adeudados, y recorrió la lista de quienes le debían dinero, entre ellos al mismísimo Cornelio Saavedra, quien lo persiguió políticamente en su mejor momento y lo defraudó con una deuda de 40 onzas de oro.
En 1819 se le ordenó a Belgrano y San Martín abandonar la lucha contra España y reprimir a los federales de Artigas. Belgrano se quedó en Tucumán, ya muy enfermo, y envió a su ejército que terminó amotinándose en contra de Buenos Aires. Belgrano estaba políticamente acabado: José Rondeau lo quería fusilar, Artigas lo odiaba y para completar el gobernador de Tucumán Bernabé Araoz, que era su aliado fue depuesto, por un golpe anti Buenos Aires. A Belgrano se lo buscaba para encarcelarlo.
Un comerciante amigo de Tucumán, José Celedonio Balbín, le prestó unos pesos y un carruaje para huir de la segura cárcel. Curiosamente Balbín hizo una de las descripciones más breves y útiles sobre Belgrano: . “El general era de regular estatura, pelo rubio, cara y nariz fina, color muy blanco, algo rosado, sin barba (…), era un hombre de talento cultivado, de maneras finas y elegantes (…). Se presentaba aseado como lo había conocido yo siempre, con una levita de paño azul con alamares [cordones] de seda negra que se usaba entonces”.
Belgrano huyó de la cárcel los últimos días de diciembre de 1819, sin saber qué haría de él Rondeau en Buenos Aires. Era tal la debilidad física y política del General que un fragmento escrito por Mitre relata esa situación: “en una posta de Córdoba, después de ser colocado en su cama, [Belgrano] pidió [se] llamase al maestro de posta. Éste contestó con sarcástica insolencia: ‘dígale usted al general Belgrano que si quiere hablar conmigo, venga a mi cuarto que hay igual distancia’ “.
Belgrano llegó recién a Buenos Aires en abril de 1820, imposibilitado de ponerse de pie. Varias veces se temió que muriera en ese viaje, que por eso se debió detener por semanas, en varias ocasiones. Paradójicamente el Supremo José Rondeau en nada podía perjudicarlo para ese momento. López y Ramírez lo habían derrotado en Cepeda y comenzaba la anarquía del año XX.
La situación económica de Belgrano no le permitía mantener la estadía siquiera en su propia residencia. Trató de gestionar sin éxito el cobro de sus haberes adeudados, y recorrió la lista de quienes le debían dinero, entre ellos al mismísimo Cornelio Saavedra, quien lo persiguió políticamente en su mejor momento y lo defraudó con una deuda de 40 onzas de oro.
Su cuerpo dolorido y brutalmente deformado por la retención de líquidos presagiaba el final. Belgrano falleció el 20 de Junio cuando en la Ciudad se desataba la famosa crisis de “los tres gobernadores en un día”.
Ese fue el marco en el cual abandonó este mundo quien es hoy considerado una de las figuras consulares de nuestra Nacionalidad.